Una vez un delfín estaba nadando y saltando en el mar. El delfín era joven y tenía ganas jugar y divertirse. Su padre como tenía muchas riquezas le dio una bolsa llena para que hiciera con ella lo que quisiera. El delfín se quería comprar un castillo bonito y grande.
Un día el delfín se fue nadando hasta una inmobiliaria para comprarse el castillo mas bonito que tuvieran. El delfín tenía hambre y vio una galleta flotando, se la comió y al rato le salió un sapo enorme salió de la boca del delfín. El sapo vio la bolsa llena de riquezas y se la quitó y se fue saltando por las olas del mar.
El delfín lo siguió hacia un castillo dando saltos y nadando deprisa, pero no lo alcanzaba. El sapo se metió en un castillo enorme y el delfín fue detrás de él y entró en el castillo. El castillo era precioso y tenía un comedor enorme, un salón, dos cuartos de baño y una cocina.
En el salón había una chimenea y una escalera, la subió y en la parte de arriba había tres puertas, cuando abrió la primera puerta vio una mosca gigante, la cerró; abrió la otra puerta y encontró un perro con tres cabezas, la cerró también. Abrió la tercera puerta y en la mitad de la habitación estaba el sapo sentado en un sillón.
- ¿Dónde está mi bolsa?
El sapo le dijo:
- Me lo he gastado todo en este castillo que he comprado para ti. Antes era mío, pero ahora es tuyo. Me tengo que ir. No puedo estar más tiempo en el mar. Me tengo que ir al río, pues me sienta mal el agua del mar. Cuida bien de todo, ahora es tuyo.
El delfin le dio las gracias, pero le dijo que se llevara la mosca gigante y el perro con tres cabezas, porque no esos animales no le gustaban nada. El sapo se los llevó y los soltó cuando llegó al río, porque ya no quería tenerlos, en el río no tenía sitio para ellos.
Miguel Angel Heredia Carmona de 5º A de Primaria
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